Editorial
El arte de cuidar del arte
Primero el gesto artístico. Después la obra cobra vida. Entonces llega el gesto protector, ése que cuida con mimo la obra de arte y la acompaña en las múltiples rutas que emprende.
Expuesta a las miradas de todos o reservada a la admiración de uno solo, un día en Roma, otro en São Paulo, una obra tiene muchas vidas. Una multitud de gestos precisos, atentos, expertos y sensibles tejen los vínculos entre todas sus existencias como un velo protector.
Guiadas por la fragilidad de un velo, las curvas de una escultura, las líneas de un jarrón, las manos envuelven, fabrican, llevan, descansan siendo conscientes de la preciosidad y singularidad de cada obra. Actúan a la sombra, trabajan despacio, realizan un trabajo de orfebrería y cultivan el silencio.
Nos parece natural sacar a la luz y rendir homenaje a estos gestos y a todo ese saber hacer que hace posible que el arte viaje, a veces hasta la otra punta del mundo, con dedicación y pasión.
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